Sangrando


Sus uñas pintadas de sangre me revuelven el pelo sin encarnarse, sembrando con los dedos surcos que van desde la nuca a las sienes, pasando suavemente por detrás de las orejas calentadas a base de sentir su aliento, cálido, en el lateral de mi cuello. Acariciándome el corazón como si no quisiera, como sin mirar. Puedo oír su respiración e intuir el roce de sus labios en los lóbulos, sus senos rozando mi espalda y los escalofríos recorriéndome la columna cuando sus uñas arañan la carne y su aliento, finalmente, se recoge en la encrucijada naciente de mis hombros. Sé que me costará aún más noches en peligro de demolición, que me agarrará las entrañas con esos dedos largos y finos y ya no podré soltarme, pero me giro para beber su boca y hacer heridas, diente con piel en el cuello desierto, en el pecho, ahora despojado, recorriendo caminos concéntricos en sus pezones mientras la sangre de sus dedos escribe jeroglíficos imposibles en mi espalda. Noto su peso sobre mis caderas, sus piernas envolviéndome la cintura con la columna arqueada, vencida a mis manos, a mi boca. Desaparece mi camiseta, sus pantalones y los míos, mi ropa interior, y la suya, se desliza por sus muslos como agua derramada entre sus piernas de canela.
Sentada, ahora sobre la mesa, me ciñe entre sus piernas mientras mi mano derecha se pierde buscando manantiales en los que beber cuando la luz se pierda y la izquierda cuenta los pasos de los senderos más insondables. Beso la arenosidad interna de sus muslos, de su ombligo de melocotón en las cuencas desiertas de mis nudillos, cuando descubro el tacto de sus dedos, esos dedos, bajo mi vientre, éstos empiezan a provocar que mis uñas, inexpertas, no encuentren gritos en los que alojarse. Su tacto me lee en la piel marcándome a saliva sus propuestas, dejando estelas de escalofríos, de ganas, de ansia.
Es su mano la que me reúne en su cuerpo y las que se alojan, cruzadas, en mis hombros mientras nos agotamos en el roce rítmico de sus muslos en mi cintura, compitiendo con sus dientes en mis clavículas, con sus senos en mi pecho, con respiraciones ahogadas en voces que no llegan a susurrar palabras base.
Cuando sus uñas vuelven a pintarse de nuevo en la sangre coagulada de mis omoplatos, penetrando hasta diluirse en el riego directo a los puntos flacos, su novio realiza la primera llamada telefónica. Con la piel aún enrojecida, con mis veredas franqueadas tintándole el rostro, ella coge el teléfono y sonríe: “Todo bien por aquí cariño
.
.
sonando: "En tu agujero" de Marea
La foto es de Sherezade

7 comentarios:

Me importa una mierda los labios que quieras bordar,
pero con la que cae...
¿dónde vas desde que te han cerrao los tejados?,
me limo las uñas, no tengo ganas de trepar,
la verdad es que ni ganas de ná,
tengo ya los nudillos cansados
de quitar cascotes cuando me empiezo a derrumbar,
de apilarlos para sombrear
y anudarme desnudo en tus brazos,
que teja en las tejas la lluvia, que a mi me da igual,
más difícil para resbalar, más sencillo quedarme enredado


Has ido a escoger una de mis canciones favoritas de Marea con un texto del que ya conoces mi opinión... :) Consigues congelarme siempre el aliento, justo cuando lo creía perdido. Me gusta :)

5:32 a. m.  

me encanta

1:45 p. m.  

Qué intenso todo, ¿no? Es la pasión la culpable, creo! :)

11:40 p. m.  

Empiezo la lectura y al acabar sólo me queda un "me encanta". Cuando digo eso con una expiración, créeme, es cierto.
Enhorabuena.
(Sin quitarte meritos, de la mano de mi amiga sherezade nada malo puede traer).
Besos.
Mamen

12:44 p. m.  

Estoy sonriendo como una boba a la vez que me tirita la columna vertebral. No sé si adoro u odio las historias que suenan conocidas. Hermosísimas palabras.

1:45 p. m.  

Sólo puedo decir que... la pasión de este texto sabe crear escalofríos. Saludos! :)

6:00 p. m.  

Qué intenso y qué bien escrito.

12:45 p. m.  

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