Allí estábamos tú y yo, llevábamos meses sin decirnos nada, creando historias de papel maché los días de tormenta, contándonos cuentos bajito, a la altura del corazón, sin saber muy bien de quien hablábamos. O sabiéndolo demasiado bien. Como el de aquella bailarina que no aprendió a bailar hasta que lo hizo descalza sobre los cristales hechos añicos de sus zapatitos de cristal. O aquél otro del viejo sordo que contaba las olas impares cada martes. Aunque mi favorito siempre fue el de la niña que coleccionaba cáscaras de nuez en la bañera de su casa. Porque nunca se atrevió a subir a una de ellas y decirle al viento que estaba dispuesta a hundirse pero no a dejarse arrastrar por los sumideros. Porque cuando me lo contabas me parecía que me leías sin mirarme entrelíneas. Y porque sin atreverme yo a hacer lo mismo, siempre esperé que me sumergieras hasta el fondo de aquella bañera.
Y allí estábamos tú y yo, tejiendo hilos con palabras sin averiguarnos las manos que las dictaban, saltando la rayuela y haciéndonos trampas a nosotros mismos en un intento de evitarnos los ojos. Porque a mi me mareaba tanto negro y tú nunca llevaste bien que no te aguantase la mirada. Con demasiados años en los párpados como para cerrarlos y empezar de nuevo, pero se nos acabaron los acentos y sin darnos cuenta empezamos a escribir postdatas detrás de las rodillas, a salvo de cualquier ventisca. Hasta que un día me cogiste de la mano y, con caricias, fuiste ensayando el final del cuento hasta que nos lo supimos de memoria, cuando ya sabíamos deletrearlos con una mano rompiste todas las letras y me pusiste un pincel en las manos. Fue el negro de tus ojos quien me dijo:
- Píntame de todos los colores.
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Natxo sin parentesis dijo...
Y dispones sin duda de la fuerza necesaria para hacerlo.
2:05 p. m.
sinti dijo...
extraño,pero precioso... Un Beso
12:47 a. m.
Anónimo dijo...
porque uno siempre necesita adaptar su velocidad a la del viento, para no descarrilar en la primera curva y acabar deseando borrar todo lo pintado. A pesar de que los años nos enseñaron a no arrepentirnos, debería estar prohibido hacer daño en este juego.
8:26 a. m.
Bowie dijo...
esos colores...siempre me atrajeron los lápice de colores, su olor, su textura, en fin, todo eso, aunque fuera un pésimo dibujante
y hasta me ha salido una pasable metáfora de la vida
va el abrazo, sin paréntesis tampoco
11:52 p. m.
pqueno dijo...
de mil colores...como los besos q se posan en toda la piel
abrazos ausientes desde el norte
10:35 a. m.
Anónimo dijo...
Estoy totalmente de acuerdo con Natxo.
Un beso sherezade.
Mamen
11:12 p. m.
Leo Zelada dijo...
Me encanto tu cuento.
Saludos de este escritor en Madrid.
4:41 p. m.
yomismo dijo...
Qué bonito, Sherezade, de verdad, qué bonito...
2:07 a. m.