A Natxo, porque a veces necesitamos que nos recuerden estas cosas y a Urko, por recordarme estas cosas cuando lo necesito.

Hoy me ha dicho mi ángel de la guarda que existen agujeros negros come-sueños. Y me lo ha dicho así, como quien no quiere la cosa, como quien pide un cigarro o quien da un beso sin esperar nada a cambio. Como se dicen las cosas más importantes.
Después me ha explicado, escondiéndose en las turbulencias insensatas de los gritos de la calle, que algunas veces nos topamos en las aceras con estos nichos oscuros, van buscando ceños fruncidos, miradas en los zapatos, labios apagados y manos vacías. Si las encuentran, se cobijan bajo las cejas, en los huecos de los párpados, y lanzan con arpones un velo absorbe-luces hasta los salientes de nuestras mejillas. Se nos oscurece el zumo de la mañana, nos flaquean las rodillas y todo se tiñe del púrpura de lo agrio sin razón (aparente) para llorar. Caminamos por la calle mirando sin ver y las horas se transforman en norias que nunca terminan de subir, siempre a ras de suelo, flotando en una charca en la que ni siquiera somos capaces de probar a ver si hacemos pie. Y nos convertimos en vampiros rehuyendo del chispazo del sol, pero eso no es lo peor. Los agujeros negros come-sueños nos incapacitan para creer en nosotros mismos, en nuestras manos, en la fuerza de nuestras palabras y actos. Nos inmovilizan las ilusiones, almacenándolas en el cuarto oscuro de nuestra memoria, donde cubrimos de ogros las ventanas para no mirar más allá. O incluso más acá. Las playas se convierten en desiertos y los Everest aparecen sembrados en cada uno de tus campos de trigo.
Ahora los noto prendiéndome las pestañas y quiero creer que existe una cura. Que no salvaré el mundo pero me dejaré los nudillos en mejorarlo y eso ya vale algo. Vale más que nada. Así que ensayo las sonrisas intentando hacerles caer, precipitando su marcha del rincón en el que devoran las ilusiones. Y parpadeo a conciencia para recobrar la gama cromática digna de todo lo que tengo alrededor. Que es más de lo que soy capaz de ver.
Recupero las cosquillas y la capacidad de sacar la lengua a los ventanales mientras noto el calor que se extiende como los trenes de alta velocidad que llevan a los amantes al andén número 1. A mi lado, mi ángel de la guarda sonríe de lado y da un sorbo a la cerveza. A media voz vuelve a recordarme que en el horizonte se encuentra nuestro límite, nunca antes ni después, allí, junto a la hamaca del sol se incendia nuestra frontera.
Y le creo. Cualquiera le lleva la contraria a su ángel de la guarda…

7 comentarios:

Cualquiera te lleva la contraria a ti :P
Como dices, yo solo recuerdo, no hago más, pero tú ahora, casi, casi, me haces llorar. A mi, todo un hombre de pelo en pecho :P

Eskerrik asko niña. Eres la mejor, así de simple.

(y la próxima vez que me hagas esto...)

6:44 p. m.  

Cosquillas... Eso duele, no?

!D

3:01 p. m.  

no es bueno contradecir a los ángeles

abrazos ausientes desde el norte

7:48 p. m.  

yo también me fio de tu ángel de la guarda. y de paso andaré con más ojo, que nunca se sabe. thanks a lot!

va el abrazo

3:14 a. m.  

Angel de la guarda ¿y dónde se compra uno de esos?
Besos sin alas.
Mamen

2:59 p. m.  

Me gustado mucho este post, además teniendo en cuenta que es lo primero qque te leo la buena hacia tu blog impresión es ya un hecho.

Yo soy dado a contemplar la vida parcialmente desde el realismo y los sueños, cuando la contemplo desde el realismo siento una nostalgia imperturbable por los sueños. Cuando sueño vivo... y no me acuerdo del realismo nunca.

Un saludo

5:45 p. m.  

siempre sherezade la grande :) como no... la que está de vacaciones.

12:00 a. m.  

Entrada más reciente Entrada antigua Inicio