Te fuiste y sólo fui capaz de retenerte en el espejo. En esa última mirada atrapada en el tiempo líquido que se nos escurría en las manos, tiñendo de plata vieja los escasos recovecos que nos quedaban. Ya no existía lugar para el recuerdo cuando estalló tu imagen en mil pedazos repletos de mala suerte, al compás de la puerta tras de ti. Escribí un adiós asonante en el suelo y me propuse quemar todas las rayuelas cuya meta no fuera tu cama. Y ya de noche, me acosté dejando encendida la luz de las puertas abiertas, por si acaso se te ocurría regresar…
… más raro fue aquél verano que no paró de nevar…*

Me fui y sólo fui capaz de retenerte en el espejo. El único que reconoció mi cobardía, el órdago estúpido a las manos vacías, al querer más de ti que me lleva a alejarme del olor indefinible de tu almohada. En esa última imagen en el espejo estalla el sinsentido de quererte tanto que nunca sabré quererte bien. Tengo que huir de la guerra de cristales rotos que se desata al cerrar la puerta, pero no sé si huyo o me interno en el fragor hiriente de la batalla, del absurdo sin ti. Y ya de noche, vuelvo al escenario donde aún se mantiene la sangre sabiendo que no me atrevería, por cobarde, a regresar...

Sherezade y Natxo sin paréntesis

*Sonando: "Que se llama soledad": Joaquín Sabina

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